La desaparición de la marina mercante peruana por una inadecuada decisión del gobierno de Alberto Fujimori, ha tenido un impacto sostenido sobre la competitividad país, en la medida que el acceso a rutas regulares no tienen en la mesa de negociaciones a empresarios domiciliados capaces de mirar con especial cuidado las demandas de nuestros productos de exportación, en particular, los provenientes de la agroindustria (espárragos, mangos, paltas, uvas, etc.) como de la pesca, en especial los congelados.
En cuanto al movimiento interno de carga, el cabotaje, es con diáfana claridad un tema por retomar, más aún si debido al cambio climático, las lluvias van a tener un impacto sostenido y duro sobre las carreteras.
Recuerdo cuando en casos similares, que eran esporádicos y distanciados por décadas, era posible cubrir y abastecer toda la costa, no sólo con la oferta privada, sino también la de la Marina de Guerra, la Naviera Comercial.
El tema del cabotaje se está volviendo a poner en la agenda, la propuesta al parecer retoma dos opciones ya utilizadas: otorgar weivers, es decir autorizaciones puntuales, o declarar períodos excepcionales como la del Decreto Legislativo 1413.
Me pregunto si no resultaría conveniente repotenciar, activando el rol subsidiario que tiene el estado, la Naviera Comercial, ello, además de proveer un servicio continuo en la costa, dinamizaría al SIMA, al tiempo que agregaría oferta para las promociones de la Escuela Nacional de Marina Mercante Miguel Grau. Además, incrementa la oferta en la cadena logística.
En resumen, una suma de aportes beneficiosos que, sin duda, despertará el interés privado de invertir directamente o asociado con aquella.
Ello es una alternativa de rápida maduración. Hay entonces que activarla.